La presidenta de ‘Mujeres en el Sector Público’ apuesta por una dirección pública profesional, así como por la incorporación de la mujer a puestos de responsabilidad.
Hace unos días, el 17 de junio, en la sede principal del CSIC se celebraba el IV Congreso de Mujeres en el Sector Público “mujer y tecnología” -con el hashtag #mujeresSP-, en el que Concepción Campos tenía un papel clave, como presidenta de la asociación.
Tres días más tarde, el 20 de junio, la Red Iberoamericana de Gobiernos e Instituciones por el logro de la Agenda 2030 reconocía a Concepción Campos “por las múltiples acciones que en los últimos años ha desarrollado en España, como referente a nivel internacional que promueve la implementación de los ODS y la Agenda 2030”.
Ella misma presentaba hace unos días en el Foro económico de Galicia un informe sobre “la simplificación de las cargas administrativas” –otro de sus activismos, además del liderazgo femenino y la transparencia-. MagasIN mantiene con esta experta en gestión pública una entrevista en profundidad, a propósito de su relevancia creciente, especialmente clave en el desarrollo del sector público en nuestro país.
Era su madre quien contaba que Concepción Campos quería ser juez “desde pequeñita”, y la animaba a serlo. Entre sus primeros recuerdos está “el encanto de las películas y las novelas en las que aparecían aquellas mujeres abogadas que defendían la justicia”.
Sin embargo, en cuanto terminó su carrera, explica a MagasIN, su experiencia laboral no se correspondió con la realidad. “No me acabó de apasionar el ejercicio. Cierto que cuando empiezas no es lo mismo que cuando eres senior y las tareas que realizas son muy diferentes”.
Así que no resulta difícil imaginarla cruzando la Plaza de la Leña, en Pontevedra, y pasando por delante de la Basílica de Santa María la Mayor, preguntándose cómo podría conectar mejor sus valores con su actividad profesional. “En esos momentos alguien me habló del puesto de secretaria de administración local”.
Bromea contando cómo “siendo mujer, cuando dices secretaria aún se creen que le llevas la agenda al alcalde. Las secretarias y secretarios somos los notarios que hay dentro de la administración pública, para que haya un orden en los procesos de toma de decisión”.
“En España”, prosigue, “hay 8.131 municipios, en los que estas figuras son muy necesarias. Así que oposité y tuve suerte, siempre hay que tenerla aunque estudies muchísimo –matiza- e inmediatamente me puse a trabajar en Galicia en distintos ayuntamientos, primero en la zona costera de Galicia y luego en el Ayuntamiento de Vigo, el municipio más grande, por su dimensión, riqueza de la actividad, desarrollo de proyectos paralelos de experimentación y colaboración que contiene…”.
También se doctoró en Derecho estos años, “siendo secretaria de gobierno local –en los municipios de mayor población, matiza, puede existir más de uno-, que son puestos muy poco conocidos, pero muy interesantes, transversales, en los que los temas centrales son la transparencia, el buen gobierno, la transformación digital…”.
Se refiere a los costes (“podríamos estar hablando de costes de 80 euros por la presentación de un documento en papel, frente a 5 euros online”), pero también a la huella (“la que dejamos por desplazamientos e impresiones”) en la optimización de los trámites.
Para ella, “la gestión del dato nos debe permitir prototipar, ser más proactivos: la user experience es una deuda en el sector público, para llegar a una Administración del siglo XXI”, añade la presidenta de la Asociación de Mujeres en el Sector Público.
Pregunta: ¿Cómo pudo compaginar el estudio de un doctorado con una actividad tan exigente en un cargo público, incluyendo el activismo?
Respuesta: He tenido la inmensa suerte de trabajar con equipos de mujeres en el sector público, y hombres también, con una vocación extraordinaria, con equipos extraordinarios. Duermo poco y trabajo mucho. Cuando estuve con la tesis me acostumbré a trabajar desde las 5 de la mañana y eso te da mucho espacio y, después, es verdad que muchos de los temas que analizas se conectan entre todos ellos.
¿En qué sentido se conectan?
El hecho de estar en la primera línea de fuego en el sector público local te da esa permeabilidad que hace que la parte académica se alimente de la de practicioner y viceversa. Pero no negaré mucho sacrificio personal. Mi otra pasión es la lectura, leo mucho sobre Derecho y nuevas legislaciones.
¿Cuándo comenzó con la Asociación de Mujeres en el Sector Público?
Comencé con MSP en 2018. Un domingo de mayo le escribí a un grupo de compañeras sobre el inicio de un proyecto en red para darles visibilidad y pronto iniciamos convenios y alianzas con distintas instituciones públicas.
¿En qué sentido la visibilidad es clave también en el sector público?
Porque lo que no se ve, no existe. Tenemos que poner en valor y que se conozcan los nombres de las mujeres en el ámbito público. Hay sectores muy feminizados, por ejemplo en el área social aumenta la estadística, pero donde se toman las decisiones hay menos mujeres, y recordemos siempre que ‘hay que gobernar para ese 50%’.
¿Es distinto a lo que ocurre en el sector privado?
Sí. Por ejemplo, fue en 2020 cuando se nombró a la primera mujer presidenta de Sala del Tribunal Supremo. Y las mujeres somos más del 50% de la Administración pública, pero hay una brecha salarial evidente. Nos queda aún ver a mujeres en muchos puestos de responsabilidad, en el ámbito universitario, por ejemplo.
En la era de la digitalización, ¿ha cambiado esto?
Es lo mismo, tenemos que luchar para abandonar el suelo pegajoso y alinearnos con el ODS 5, de modo que las mujeres participemos en todos los puestos. Para ello, en el reciente foro que celebramos pusimos en marcha una agenda de expertas en el sector público y redes de mentoring, porque la tecnología puede dejar de lado los sesgos de la sociedad, pero puede multiplicarlos…
¿Un ejemplo concreto?
Necesitamos algoritmos feministas. Recomiendo leer el reciente informe de la ONU titulado Me sonrojaría si pudiera, que es una frase que dice la voz de SIRI.
¿Qué mujeres la inspiran?
Emilia Pardo Bazán [en los próximos días realizarán una ruta sobre sus pasos con otras mujeres líderes del sector público] y Concepción Arenal son dos nombres que siempre menciono, pero junto a mi madre, pilar de mi vida, y a tantas mujeres anónimas que nos han impulsado. Liderando con el ejemplo, ni más ni menos que un hombre.
¿Qué opina de la expresión ‘techo de cristal’ aplicada al sector público?
Los hombres suben en un ascensor y nosotras tenemos, con suerte, una escalera. O más bien una escalera sin peldaños, por eso es importante que la que está arriba ayude a subir a las demás. Entre tantos y tantos, buscamos generar redes de mujeres, porque en las agendas de los hombres ya hay muchos hombres.
“En el año 2020”, explica a MagasIN, “tuve la desgracia de perder a mi madre, después de mi padre, algo que te hace replantearte la vida y necesité un giro”, señala. Así que no tuvo miedo a pedir una excedencia voluntaria y concentrarse en la universidad (es profesora de derecho administrativo), pero decidió continuar su carrera como independiente, otro modelo profesional que en nuestro país es poco conocido.
¿Cómo ejerce actualmente su exitosa actividad? “Colaborando como asesora independiente con instituciones, en los temas de transformación digital, integridad y buen gobierno y prevención del fraude”. Ella, que lleva “muchos años intentando divulgar la necesidad de simplificar la gestión administrativa y las cargas que se imponen a la ciudadanía y optimizar la actividad económica”, ahora desarrolla estas funciones de manera externa para “ayudar a llegar a este modelo de administración pública ciudadanocéntrica”.
Sigue siendo difícil realizar muchos trámites…
Horrible, según la versión de java, la actualización del navegador… a veces realizar un trámite con la Administración es como un scape room, incluso para personas habituadas.
¿Sobran entidades en el sector público?
Hay cada vez más ciudadanos que intentan avanzar en sus gestiones y no pueden. Eso es inaudito teniendo en cuenta que hay 20.000 entidades en el sector público. Muchas veces se reclama una atención presencial y, en mi opinión, la automatización tiene que servir para que las personas dediquen más tiempo a las que requieran atención, las personas tienen que estar en el centro. Sigue habiendo falta de coordinación y proyecto común.
¿Ha afectado la Covid a esta situación, quizá positivamente?
Con la Covid se ha evolucionado, pero hace falta un cambio de enfoque, no se trata solo de tener equipos, sino también personas que sean expertos en los temas. A menudo se anuncian grandes proyectos, que se quedan en eso, en un suflé, estamos muy cegados por el destello de digitalización o el metaverso.
¿Cuál es su experiencia respecto a la corrupción?
La contratación pública no está sometida a más riesgo de corrupción que la privada. Y la corrupción no depende de un expediente o un procedimiento, sino de una persona. No hay expedientes de contratación corruptos, hay personas corruptas.
Es más, en relación a la Administración y al Gobierno, muchas veces es sólo una de las partes, hace falta la connivencia conjunta del sector privado, la capacidad de influencia…
La ciudadanía cuando ve casos de corrupción suele decir ‘todos son iguales’ y no, no lo son, porque hay muchos políticos honrados, y luego estas mismas personas que critican no desaprovechan la oportunidad de hacer cosas moralmente cuestionables cuando están a su alcance.
Ahí la digitalización sí que tiene un papel…
La transformación digital en efecto ayuda mucho: la trazabilidad, que permite que no se hagan cambios en los expedientes sin saber quién y por qué los hace. Pero ojo, creo que debemos mirar tanto en el sector privado como el público.
El ODS 16 habla de instituciones transparentes y sólidas, y el 17 de colaboración, yo soy una firme defensora de la colaboración público-privada, pero detrás de cada acto irregular, hay varias personas que no han hecho o han hecho mal algo.
¿Cómo se puede involucrar en esta modernización de lo público a los más resistentes?
Por su propia definición, el sector público es más rocoso en su absorción al cambio, que el privado. Hay que buscar incentivos para que las personas se sumen a este cambio y afortunadamente ya hay muchas que están muy alineadas… En esto, y en la incorporación de la mujer a los puestos de responsabilidad, tienen mucha importancia los medios de comunicación.
¿Y cuál es su consejo al respecto?
Para evitar estas cuestiones deberíamos apostar siempre por una dirección pública profesional.
Enlace de la entrevista, aquí.
EN una ocasión, un estudiante preguntó a la reconocida antropóloga estadounidense Margaret Mead cuál consideraba ella que fue el primer signo de civilización en la Humanidad. Dentro de las respuestas previsibles entraban las herramientas que habían hecho avanzar la humanidad, como el anzuelo, la olla de barro o la piedra de moler. Sin embargo, nada más lejos, la antropóloga afirmó que el primer signo de civilización en una cultura antigua fue un fémur que alguien se fracturó y apareció sanado.
La respuesta suscita otra pregunta: ¿por qué? Pues porque en el reino animal una pierna rota es sinónimo de muerte, pues no puedes procurarte comida o agua, ni huir del peligro, así que eres presa fácil de los depredadores que rondan por ahí. Es decir, no sobrevives el tiempo suficiente para sanar la fractura. Sin embargo, la aparición de un fémur roto que se había curado era la demostración de que alguien se había preocupado y ocupado de los cuidados necesarios de esa persona hasta que se recuperó. La antropóloga sitúa así el inicio de la civilización en la idea de una comunidad que se ayuda, en la que unos cuidan de otros.
Recupero esta anécdota en esta semana, en la que el ya famoso Carlos San Juan, promotor de la campaña “Soy mayor, no idiota”, entregaba más de 600.000 firmas, en apoyo a la pretensión de conseguir que los bancos brinden a las personas mayores una atención más humana, ante el descarnado escenario de abandono al que se han visto sometidos tras la pandemia.
Con esta campaña, de momento, ha conseguido captar la atención de medios de comunicación, bancos, asociaciones de usuarios, del Banco de España y hasta del Ministerio de Economía. De hecho, tras la entrega de las firmas, y un encuentro casual (o no) con la ministra de Economía, las principales entidades bancarias de este país han empezado a difundir nuevos protocolos de funcionamiento y la firme voluntad de proporcionar a las personas mayores (y no tan mayores) la atención que merecen, línea apoyada también desde las instituciones.
Traslademos ahora esta situación a la Administración Pública. Seguro que a muchos de ustedes les suena. La ministra señalaba en ese encuentro que es una prioridad acompañar, apoyar a las personas más vulnerables y especialmente a los mayores, garantizando un trato personalizado.
Nada que objetar. Ahora bien, este mismo mensaje debería aplicarse a la gestión pública, que tras la covid y las restricciones sociales, ha generado dinámicas más propias de la desatención ciudadana que de la atención, las quejas y el clamor se han hecho patentes en todos los ámbitos, sanitario, empleo, burocracia, etc.
Una precisión. No se trata de renegar de la administración digital. Bienvenida sea. Se trata de ofrecer el mejor servicio público a las personas, el que necesiten. De hecho, los últimos estudios existentes (ONTSI) ponen de relieve una buena valoración de la administración digital por sus usuarios, ojalá siga mejorando (lo necesita bastante). Y es que en este tema hay una doble derivada. La primera, la usabilidad de los servicios públicos digitales, directamente relacionada con la facilidad con la que la ciudadanía puede utilizarlos y donde todavía existe mucho espacio de mejora. La segunda, el derecho a recibir, en un tiempo razonable y en condiciones de presencialidad, la atención que cada persona necesita. Se trata de cuidar de las personas, para seguir manteniendo la idea de civilización.
Pensemos en la escena descrita por Margaret Mead, una persona con el fémur roto, rellenando un formulario on line para que le den atención médica, con mala conectividad, problemas de firma digital y sin nadie que le atienda al otro lado del teléfono. Los que sobrevivieron al inicio de los tiempos quizás no sobrevivirían hoy. El fin de la civilización. Un gran valor, el de un fémur roto.
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